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martes, 21 de mayo de 2013

"EL ÚLTIMO SAMURÁI"

 

"Vencer es fácil. Ser vencido es fácil. 
No vencer ni ser vencido: he ahí el verdadero Camino."
Miyamoto Musashi

"El último samurái" narra la historia de un soldado de la Guerra de Secesión estadounidense (Capitán Algren, Tom Cruise) que es contratado para luchar contra los samuráis (liderados por Katsumoto, interpretado por Ken Watanabe) pero, tras ser capturado y conocer su cultura, acaba uniéndose a su causa en contra de la modernización de Japón.

Si analizamos la trama de esta historia no es realmente novedosa, llega incluso a ser un poco cargante la facilidad con la que el personaje se integra en la sociedad japonesa feudal representada por los samuráis.
Me explico, en apenas unos meses el capitán Algren domina el japonés y es capaz de equipararse al experto del manejo de la katana del clan... pero claro, es lógico, un arte que se perfecciona a lo largo de la vida de un practicante, para un yanqui es cosa de niños, simplemente se trata de "no pensar" y ahí queda resuelto todo (nada, nada... que Miyamoto Musashi se complicó demasiado la vida, cuando en realidad es tan sencillo).
Respecto al retrato de los samuráis, es un tanto idealizado a decir verdad. Si nos remitimos a la historia podemos obsevar que la casta samurái no era tan honorable como se nos hace ver en esta película. A pesar de verse regida por una especie de código ético no escrito, trasmitido por generaciones (para más información recomiendo "Bushido. El código ético del samurái y el alma de Japón" por Inazo Nitobe, Miraguano Ediciones), los samuráis, al fin y al cabo, era una clase social que se consideraba superior al resto de la población y , como podemos comprobar en nuestra más cercana historia occidental, esto degenera en abusos de poder. En esencia, la idea del samurái es más que noble, pudiéndose equiparar a la de los caballeros medievales pero, como seres humanos, se acaba pervirtiendo.



Una vez me he desahogado criticando estos aspectos, he de decir que la película me encanta. No es excesivamente fiel a nivel histórico pero su forma de retratar los samurái es hermosa, idealizadamente hermosa. A quién no le gustaría una sociedad en la que el honor y la lealtad sean considerados como objetivos supremos del individuos, como se cita en determinada escena en la que el capitán Algren pasea por la aldea: un pueblo entero dedicado al perfeccionamiento de cada actividad que realiza. La espiritualidad se demuestra tanto en los golpes de martillo de una herrería como en las oraciones recitadas por los monjes.

El individuo y la colectividad se encuentran perfectamente integrados ya que son complementarios, incluso en el caso de la esposa del samurái muerto (Taka, interpretada por Koyuki Kato), al ceder ante la voluntad del jefe del clan, encuentra el equilibrio en su hogar (¿quizás sea machista? No me da esa impresión pero es discutible). Además, constantemente se recalca el aspecto de "servicio" que tiene el samurái. No es un ronin que deambula buscando un señor o un ninja que vende sus servicios al mejor postor, es un eslabón de la cadena que hace fuerte a la sociedad en su conjunto.

Todo esto es realzado con los preciosos paisajes que nos transportan a un mundo natural en el que todavía no ha llegado occidente con sus marañas de cables que rasgan nuestra visión del cielo. Esos campos de arroz, la visión del monte Fuji, la austera sencillez de las casas, la poesía del cerezo en flor mientras el maestro Hans Zimmer desarrolla una memorable banda sonora (como curiosidad anotar que fue rodada en Nueva Zelanda).

Hay varias escenas que destacan por su carácter épico en las partes de acción, como la carga de los samuráis surgiendo de la niebla o la del ejército imperial pasto de las llamas, sin embargo, si me dais a escoger una, me quedaría con la escena de la ametralladora. Es espeluznante ver cómo se crea una especie muro invisible ante el cual toda la caballería cae inexorablemente y que incluso, ya en el suelo, continúa con su constante lluvia de proyectiles de forma inmisericorde.
Resumiendo, no es una gran obra maestra del cine, la interpretación de los actores es simplemente correcta, pero cumple con su cometido. Nos entretiene durante el viaje espiritual que el protagonista acomete en busca de su paz interior así como nos enaltece durante las partes de acción. Realmente se puede pedir más pero viendo otros productos cinematográficos "históricos", no está nada mal; como último dato curioso apuntar que esta obra se convirtió en la película americana más taquillera de Japón.

1 comentario:

Nano Gráfico dijo...

Añadir, que viéndola en versión original y en castellano, el emperador es un puto lelo hablando. Pero en castellano lo han bordado, se lleva la medalla al lelo. El doblador se descojonaría de la escena.

Vale, que buscaran un actor, que no pareciera terrenal, recuerden que los emperadores japoneses fueron considerados como deidades, pero hablar como un gangoso, joder.

Buena trabajo por vuestra parte y crítica. La BSO impresionante, escuchar la escena de cuando "las flores del cerezo, perfectas son". Impresionante la bso.