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martes, 4 de junio de 2013

"LOS COMULGANTES" INGMAR BERGMAN, 1963

"Si Dios no existiera... ¿habría alguna diferencia?"
   El pastor protestante Tomas Ericsson (Gunnar Björnstrand) realiza su trabajo litúrgico con la iglesia casi vacía. Está enfermo y el amor de la maestra Marta (Ingrid Thulin) se ha vuelto para él una carga insoportable. Un matrimonio de feligreses (Max von Sidow y Gunnel Lindblom) acuden para pedirle consejo acerca de una inexplicable angustia para ellos, sin embargo es incapaz de resolver sus dudas.


   En el s. XIX el filósofo F.W. Nietzsche anunció que el pasado siglo sería una época de convulsiones sociales y grandes guerras porque el mundo se daría cuenta de que Dios había muerto. El supremo organizador, el legitimador de nuestra ética, el severo padre que castiga y recompensa era un cascarón vacío desde hacía tiempo. Este desolador paisaje es el que nos retrata el director Ingmar Bergman en este descarnado film. Frío, silencio y soledad son las palabras que mejor definen esta introspectiva obra del archiconocido autor sueco.
   Tenemos a un pastor que no lo es, en cuanto que ha perdido su fe. Un hombre que no lo es, en cuanto que ha perdido su capacidad de amar. Como él mismo confiesa ante el apesadumbrado feligres que le visita :"morí en el momento que mi mujer murió". Todo es vacío en él y nada le importa. Incluso para un actor de la talla de Gunnar Björnstrand, fue uno de los personajes más incómodos de interpretar.

El momento más luminoso de la película: el pastor confiesa no creer en  Dios y un rayo de sol se cuela  por la ventana.

   Su contrapartida, Marta, la profesora sustituta, parece ser la única que pueda salvarle de sí mismo. Sin embargo, sus intentos se ven una y otra vez frustrados ante un muro de fría indiferencia. Si el protagonista se ve ahogado por el silencio de Dios, Marta lo está por la falta de sentimientos del pastor, que en breves y contados momentos se resquebraja, pero rápidamente vuelve a levantar su muralla defensiva.


   Ante un elenco de actores que representan perfectamente cada uno de los roles designados, el director se recrea en una sucesión de primeros planos hacia el rostro de cada uno de ellos. No hace falta más, todo queda explicado, incluso a veces podría ser que el protagonista habla demasiado. Si sobran las palabras, incluso sobra la banda sonora, no existe, sólo silencio, ruido de coches, dialogos y un incestuoso río que vela al muerto que nadie llora, salvo el corto gemido de un niño a lo lejos.

   Es una película dura y lenta, pero necesaria. Bergman nos plantea cuestiones que en un momento u otro de nuestra vida aparecerán y la huida no hará más que exacerbarlas hasta el momento de nuestra muerte, como la expresión inglesa declara "honesty in death" (honesto en la muerte). Son temas universales que nos han acompañado a lo largo de toda la historia de la humanidad, no son sólo patrimonio exclusivo de intelectuales, no nos habla de algo completamente ajeno a nuestra vida diaria.


   Por supuesto, también opino que un exceso de este tipo de películas puedes llegar a ser perjudicial pero creo que, actualmente, se tiende más al escapismo, a no hablar de "eso", a no "comernos la cabeza" pareciendo que únicamente se puede hablar de la muerte o Dios cuando tienes un libro de Kierkegaard bajo el brazo.


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